“En una sociedad democrática, la educación o es inclusiva o no es educación”.
Casanova
Los propósitos propios de todo sistema educativo son: evitar la exclusión y ofrecer una educación de calidad. En sentido estricto el concepto de educación inclusiva cobra relevancia en tanto se muestra como un soporte conceptual, que permite analizar la problemática que suele presentar la educación: la reprobación, la deserción y la irrelevancia de los contenidos escolares.
El concepto de inclusión ha estado ligado a otros que surgieron en el escenario emergente de la Integración Educativa. Se suelen considerar como casos relevantes, los campos conceptuales de necesidades educativas especiales y el que refiere a las barreras para el aprendizaje y la participación, este último propio del escenario de la inclusión.
Si bien lo señalado ha permitido centrar la atención en las Personas con Discapacidad [PcD] vale recuperar algunos contrastes, pues no solo se hace referencia a la población así denominada, sino que también hay que considerar a grupos sociales vulnerables que han vivido la exclusión, ya sea por género, por pertenencia étnica o situación económica y social.
En este sentido hay que recordar que en la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad (UN, 2006, art.24) establece que la educación inclusiva es un derecho y que por tanto obliga a las autoridades a crear las condiciones para su cumplimiento, evitando situaciones que generen discriminación.
Tomasevski (2002) señala que los países suelen pasar por tres etapas en el ejercicio del derecho a la educación:
Se puede decir que la inclusión educativa es un proceso, en tanto se trata de aprender a vivir con la diferencia y este proceso no es cuestión de mera normatividad, no es algo que ocurra de manera súbita, se trata de generar experiencias de aprendizaje relevantes que propicien la participación de todos los estudiantes.
La inclusión implica entonces que las escuelas han de realizar un análisis crítico sobre lo que se puede hacer para mejorar el aprendizaje y lograr la participación de todos los involucrados en los acontecimientos educativos.
En 1990 en la Conferencia Internacional de Educación de Jomtien (Tailandia), se plantearon los objetivos de la Educación para Todos. Para el año de 1994 en la Declaración de Salamanca (España), se asumió a la escuela regular como la institución educativa que ha de proporcionar educación a todos los alumnos, independientemente de la condición que presenten.
En 2015 la Declaración de Incheon (Corea), presenta la nueva visión de educación o perspectiva educativa para los próximos 15 años. Se propone el objetivo que todos los países han de trabajar por una Educación Inclusiva, equitativa, de calidad y un aprendizaje a lo largo de la vida.
En cada una de estas reuniones se ha enfatizado la importancia de transformar los sistemas educativos y las escuelas, se convoca a replantear la enseñanza y generar comunidades de aprendizaje, donde el conocimiento esté al alcance de todos, independientemente de la condición que presenten.
Se puede afirmar que el trabajo colaborativo entre los docentes, la diversificación de las estrategias de enseñanza-aprendizaje, la resignificación del currículo y la colaboración entre la escuela y las familias son aspectos que dan cuerpo y sentido a las diversas tareas que requiere la inclusión educativa.
La inclusión es un constructo social que va adquiriendo sentido en tanto que los que la protagonizan van mostrando en los hechos y en la práctica la complejidad de su instrumentación.
Han transcurrido mas de 30 años desde las primeras reuniones donde se analizaba el fracaso de la educación y se propusieron acciones para garantizar la inclusión, la equidad y la calidad.
Hoy las escuelas, en el discurso, aseveran que promueven la inclusión en tanto que argumentan la aceptación de la diversidad.
Es común escuchar a docentes que se consideran inclusivos y que aceptan la realidad educativa emergente, sin embargo y en la mayoría de los casos las personas con una condición de discapacidad han regresado a sus escenarios educativos anteriores por decisión de sus familias, ante la situación de exclusión que viven en las llamadas escuelas regulares.
Es un asunto sumamente complejo, pasar del discurso a la práctica en el terreno de la inclusión educativa, porque requiere el desarrollo de programas de investigación que propongan experiencias inclusivas para diferentes niveles.
Algunas instituciones educativas, como la Universidad Intercontinental, han dado pasos para avanzar en esa línea.
Por ejemplo, en su Doctorado en Educación se integra una línea o acentuación que se denomina Intervención Psicopedagógica y Atención a la Discapacidad, desde donde se promueve la reflexión, el análisis y actividades académicas para profundizar en la investigación y difusión del conocimiento en esta temática.
¿Por qué es tan difícil para la comunidad escolar reconocer y asumir que las personas con discapacidad construyen la realidad desde esquemas referenciales singulares y que, por tanto, su lenguaje, sus actitudes y comportamientos son solamente diferentes y no anormales?
Estas reflexiones igual se pueden considerar pertinentes para niñas o niños pobres, jornaleros, migrantes, indígenas.
Stenhouse (1987) establece una diferencia entre hacer investigación sobre educación y hacer investigación en educación: la primera se realiza para contribuir al conocimiento en educación, en tanto que la segunda consiste en el análisis de situaciones problemáticas para preparar intervenciones educativas mejorando o transformando la práctica educativa, social, institucional o docente, a partir de la propia experiencia profesional compartida.
Para solicitar más información sobre los programas de posgrado en educación de la UIC, contacta a un asesor educativo vía WhatsApp.
Autora. Patricia Hernández Silva. Doctora en Pedagogía. Docente del área de Posgrados en la Universidad Intercontinental.