El malestar emocional ha sido, desde siempre, una situación personal que nos mueve a cada uno a actuar de determinada manera.
Sin embargo, por tratarse precisamente de un malestar, se percibe como inquietud, incomodidad, necesidad de cambio, búsqueda de soluciones y apoyo, entre otros.
Por ello, cualquier individuo que sienta que alguna situación lo(la) rebasa y que necesita que alguien más lo(la) escuche para encontrar juntos(as) una solución a lo que le sucede es candidato para solicitar apoyo terapéutico.
Esto marca la pauta para considerar iniciar un proceso de psicoterapia psicoanalítica o de cualquier otra vertiente de apoyo a la salud mental, que es absolutamente variable y personal. Asimismo, el número de sesiones no resulta específico, sino, por el contrario, es tan abierto como lo requiera cada consultante.
El psicoanalista, de la mano con sus pacientes, transita por un sinnúmero de sesiones donde se construye y consolida un vínculo único, en el que la escucha y presencia del analista favorecen que en el paciente se configuren vivencias inigualables.
Se trata de que el paciente, a lo largo del tiempo, logre internalizar una figura de constancia, confianza y certeza que se teje en el entramado de sus relaciones objetales. Dicha figura será muestra de alguien distinto a las figuras usuales en su vida y eso, por supuesto, hará una gran diferencia.
Frente a este escenario, en ocasiones el paciente puede plantearse la interrogante acerca de su dependencia con respecto al analista.
Una idea a la que se oponen y que en ocasiones los impulsa a querer concluir pronto el tratamiento, o bien, no iniciarlo para evitar depender de alguien más para estar mejor.
Sin embargo, ninguna actividad de aprendizaje ocurre de forma aislada, es decir, todos aprendemos a no depender y ser, pues, independientes, a partir de una dependencia inicial, la cual es fundamental y necesaria.
En la medida en que podemos y nos damos oportunidad de depender para aprender algo, será posible independizarnos y continuar el camino con las herramientas suficientes.
Las sesiones de psicoterapia psicoanalítica pueden ser de orden presencial o virtual, lo cual, a pesar de puntuales diferencias, favorecen cambios terapéuticos innegables.
La virtualidad favorece el contacto rápido y sin necesidad de desplazamientos complicados, mientras que lo presencial suma también en el contacto sensorial dentro del espacio analítico.
El analista resulta fundamental en la vida de sus pacientes, como esa persona-figura que está para ellos y que favorecerá su crecimiento y mejora emocional para entonces seguir por ellos mismos el camino que decidan trazarse.
Cuando los pacientes internalizan el vínculo con su analista, éste los acompaña siempre, y por ello, dejarán de necesitarlo en algún momento. Este proceso varia en tiempo de acuerdo a las necesidades del paciente, como ya hemos mencionado, no es una carrera contrarreloj.
Toda vivencia de relación humana genera trazas de conexión que podemos retomar desde el ámbito memorístico como un recuerdo que nos conforma con su debido referente de emoción. Es decir, las relaciones que se van a acumulando a lo largo de la vida y las emociones que las acompañan, nos hacen tener referentes de vínculos particulares.
Es así como también, el vínculo terapéutico forma parte de dichas vivencias a las que el paciente se remonta en momentos específicos de su vida, tomando entonces las herramientas necesarias para actuar en el presente.
De ahí la importancia de un vínculo terapéutico significativo y suficientemente bueno que deje una huella indeleble para que el paciente lo siga.
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Autora. Dra. Dominique Peschard Lanzetti, académica de la Universidad Intercontinental.