Cuando un profesional de la salud confirma un diagnóstico de discapacidad que acompañará a un hijo o hija de por vida, la noticia sacude los cimientos de cualquier hogar. No importa cuántos blogs hayamos leído o cuántos testimonios hayamos escuchado: nada nos prepara del todo para la cascada de emociones y preguntas que se activan en segundos.
En esta nota encontrarás un mapa general, de lo que ocurre en muchas familias mexicanas tras conocer una condición permanente y cómo ese primer impacto puede transformarse en fortaleza.
La psicología familiar habla de un “duelo anticipado”: los padres imaginan un futuro y, de pronto, deben reconfigurarlo. Surgen negación, culpa e incluso ira. No se trata de emociones “incorrectas”, sino de respuestas humanas que necesitan espacio y abordaje oportuno. Buscar redes de apoyo —grupos de padres, terapia individual o de pareja— favorece que la familia procese lo sucedido sin aislarse. Recordemos que el bienestar emocional de los cuidadores es, al final, bienestar para la niña o el niño.
Superada la etapa inicial, la mayoría de las familias transita por tres momentos: información, reorganización y acción.
Finalmente, recuerda que ninguna familia recorre este camino sola ni de igual manera. Cada paso, por pequeño que parezca, contribuye a construir un entorno donde la discapacidad no define los límites del desarrollo, sino los desafíos que podemos superar unidos.
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